El Sujeto Neoliberal II

La última frontera

Las fronteras que afrontamos los primates humanos no son solo geográficas. Y es que dentro de cada mente de primate también se establecen fronteras.  

Esta percepción forma parte de nuestra clase de mamíferos. los chimpancés son territoriales, desconfían de los extraños y desean eliminar a sus rivales. Cada noche recorre en grupos de machos los límites para evitar las intrusiones.  Si necesita más territorio, mata al grupo vecino de iguales para lograrlo. Y se queda con alguna hembra del grupo vencido.

En nuestra propia especie esta construcción cultural de la frontera es posible por la plasticidad cerebral. En los 20 años del proceso de socialización se transmiten modelos sociales que nos dan identidad, cohesión y nos delimitan dentro y fuera del grupo de pertenencia. Pero  estos modelos suponen control social para quien los recibe y nos separan de las identidades “vecinas”. El conflicto entre humanos siempre empieza en la construcción de una idea mental que actúa de “frontera”

Una profunda y antiquísima frontera mental es la constituida por las creencias religiosas. Estas han sido la principal justificación a la violencia, el saqueo y la colonización entre especímenes humanos. Para poder llevar a cabo este canibalismo social necesitábamos que nuestros actos tuvieran un significado legítimo para quienes los realizábamos. Y por ello construimos una idea básica, la del Bien y el Mal. Esta idea coloca a unas personas en el lado del bien, y por tanto con legitimidad para atacar y apropiarse de los recursos y territorios de las que están en el lado del Mal. Desde la revolución burguesa esta frontera ha sufrido una importante mutación, pero no ha dejado de ser una frontera. Es así que con una población de 7.000.000 millones de personas en el mundo, y unas comunicaciones globales por aire, tierra, mar e internet, la frontera ha diversificado sus caras y ha aumentado su inconsciencia. Pero sigue ahí. Impidiendo el sentido y la acción común.

Las Fronteras Virtuales del Capitalismo

Dentro del modelo capitalista la frontera más peligrosa es la que hemos establecido con la Tierra. La urbanización, la tecnología y los combustibles baratos nos han hecho olvidar la interrelación con la naturaleza de la que dependemos. Sin atmósfera, agua, sol y tierra fértil no hay ciencia que nos haga sobrevivir. Sin embargo, la consideramos un enemigo a dominar o un recurso que depredar. En esta lucha solo vencen el agotamiento de los recursos y la contaminación del medio, a costa, además, del sufrimiento humano y animal y la devastación del territorio. Esta idea de frontera se alimenta además de otras ideas, por ejemplo, la prioridad que se da, en prácticamente todos los modelos culturales al crecimiento continuo de negocios y de cifras económicas. Consideramos ese crecimiento económico como el hábitat estable de nuestra supervivencia, a pesar de que hablamos de apuntes contables que no están directamente relacionados con el bienestar común. Esto nos empuja al movimiento continuo de recursos con sus consiguientes residuos, para aumentar esas cifras económicas que concebimos como lo deseable. Alimenta esta frontera la aporofobia, el rechazo al pobre. Tejida a las fronteras culturales y políticas históricas, llega a crear muros de contención de gente, en el norte de Africa, entre México y EEUU, Israel y Palestina. En cada comunidad, ciudad. Y dentro de nosotr@s. No reconocemos a nuestra Madre ni a nuestr@s Herman@s.

Este sistema de pensamiento está fuera de nuestra lógica como comunidad global y agrede al medio ambiente, que es el verdadero hábitat indispensable, el que tiene que ser estable y del que depende nuestra supervivencia y éxito reproductivo.

La Crisis es la Frontera más profunda

Hoy las fronteras mentales se están profundizando porque la sociedad moribunda de consumo está en crisis, y ante la falta de recursos, materiales pero también personales, está aumentando nuestra sensación de inseguridad y de violencia. Es como la frontera de dos naciones en guerra, el lugar donde crece el conflicto, donde la brecha se hace más profunda, y si se traspasa, es solo con violencia. De esta manera, las personas seguimos sintiéndonos diferentes por lugar de nacimiento, color de piel, religión, creencias vitales convertidas en opciones políticas. Pero también mujeres y hombres nos sentimos diferentes. Viejos y jóvenes. Por partido político, equipo de fútbol. Gustos musicales. Y muchísimas otras diferencias que, en la práctica, se convierten en fronteras mentales que nos separan, nos llevan a competir por supuestos recursos, a justificar la agresión. Y a colaborar exclusivamente con los que percibimos como iguales. La crisis, del modelo social y de recursos,  no hace más que profundizar esta desidentificación mutua. Sin embargo, la mayoría de los 7.000.000 millones de personas somos muy iguales. Nos esforzamos para vivir y nos preocupamos por nuestras familias y el entorno.

Así pues somos un primate superdepredador y maleducado social en un medio intoxicado peligrosamente. En esencia llevamos en esta dinámica al menos 200.000 años pero en los últimos 200 años con el capitalismo y el extractivismo, los niveles de consumo, residuos, modelos sociales en crisis y la agresión al medio y a las personas se han disparado. Seguimos sintiéndonos parte de grupos diferenciados y rivales en recursos y territorio.

Esta información nos puede hundir por la imagen negativa que recibimos de nuestra especie. Se diría que somos un error de la Naturaleza. Y es posible. Pero también hay que señalar que existen datos para la esperanza.

La Esperanza salta fronteras

Después de los primeros colapsos provocados por nuestr@s antepasad@s hubo una evolución cultural que permitió a grupos de nuestra especie encontrar equilibrios con el medio que anteriormente habían empobrecido.

La evolución cultural ante los colapsos locales crearon nuevos modelos de relación con el medio. Y esos nuevos modelos de relación de entonces, son lo  que hoy conocemos como  Pueblos Indígenas. Estos modelos, muy diferentes según los territorios donde se les dio forma, se basan sin embargo en algunos principios parecidos:

El nuevo modelo de equilibrio se estructura con normas que producen beneficios para toda la Comunidad y que por ellos son aceptadas.

En esos modelos se tienen derechos, hay sanciones, el recurso es supervisado y existen mecanismos de resolución de conflictos.

 Además existe la capacidad de excluir a los forasteros o de llegar a acuerdos de uso según unas condiciones. 

Podemos tomar como ejemplo de esta adaptación cultural ante un colapso, a la cultura indígena más antigua del Planeta, los Aborígenes Australianos, descendientes de quienes esquilmaron el continente. Ellos practican la denominada Agricultura de Antorcha. Queman la hierba en un momento concreto del año y la limpieza facilita y mejora la siguiente cosecha, que atrae al canguro. Además pone al descubierto otros pequeños recursos. Este ejemplo nos ilustra sobre como la evolución cultural puede crear una cooperación que proteja el ecosistema  que nos sostiene como sociedad humana. La sociedad imperialista occidental ha puesto en peligro esta adaptación. Pero a los aborígenes les sirvió para vivir durante miles de años. Y si lo hicimos una vez en un escenario, podemos repetirlo en otro que se le parece mucho, aunque a escala global y con una mayor toxicidad pero también más conocimiento científico.


Comunidad Global para los retos globales

Ahora mismo el grupo humano que debe enfrentar el colapso es la Aldea Global. Ante la problemática, que afecta a todo el planeta, no existe un territorio seguro donde migrar. Tampoco existen forasteros. Tod@s estamos en el mismo barco, y se hunde. Sin embargo, seguimos sintiéndonos diferentes unos a otros, por sistemas de creencias que nos hacen percibir las diferencias culturales como amenaza o motivo de imposición, conflicto o como derechos sobre los recursos. Pero hoy, evolucionar culturalmente hacia la autopercepción de Comunidad Global es básico para la Supervivencia.

La frontera supone esencialmente una diferencia. Y las diferencias, nos pueden generar incertidumbre que a su vez nos produce ansiedad, miedo,  rechazo.  Y actuamos en concordancia. Así mismo, si bien dentro del grupo somos capaces de gran solidaridad o aceptamos las normas para integrarnos, la percepción negativa de las diferencias nos da legitimidad para actuar en contra de quien permanece fuera del grupo. Además, la actitud  agresora nos da prestigio dentro del propio grupo. Un enemigo común lo cohesiona hacia dentro.

Hoy las fronteras mentales que sufrimos han sido codificadas según el modelo cultural burgúes neoliberal. Con las revoluciones burguesas hubo un valor principal, la libertad, que dio cuerpo a los sistemas de pensamiento, y se cambió la idea del bien y el mal religiosa por otra visión más pragmática. La burguesía era la más rica, pero no tenía libertad de acción porque no tenía derecho a ello por nacimiento. Una clase social hecha a sí misma no podía permitir que el nacimiento fuera decisivo en la construcción de los derechos. Y acabaron con la sociedad estamental. Y así, la Libertad se convirtió en el mayor valor burgués. Sin embargo, esa idea principal de libertad ha degenerado a la par que el sistema porque la función principal de esa idea ha pasado a ser el dar cobertura al sistema, y no libertad a las personas. Ahora la libertad ha devenido en individualismo. Conjugado con los combustibles fósiles que permiten una vida aislada tenemos un producto social terrible: Mujeres y hombres creen que no se necesitan para vivir, viejos y jóvenes ni se escuchan ni se reconocen, el racismo es una actitud muy extendida, la manera de ver la vida diferente es considerada una afrenta insalvable…  La única excrecencia de libertad pura es la de consumir y hacer negocio.

Hay otro principio básico del liberalismo, la idea de que cualquiera puede lograr lo que quiere o que cada uno tiene lo que se merece. Esto no es así en muchos casos. Depende del punto de partida, el carácter, la ambición, la suerte. Pero está muy arraigado en nuestros sistemas de pensamiento gracias a los modelos culturales burgueses inducidos por la clase social hegemónica  que se hizo a sí misma a base de trabajo. En la sociedad heterogénea que vivimos este pensamiento profundo diseña muchas nociones del “debería ser” que nos construyen como sujetos moralizados y moralizantes, unidos a nuestros iguales, separados del diferente, en la derecha y la izquierda. Con conciencia extrema del grupo, pero nula conciencia transpersonal. Y la necesitamos, perentoriamente. Para sobrevivir.

 Es hora que en una sociedad donde lo único seguro es el cambio, empecemos a valorar la diferencia como un valor, y no como un peligro. 

Gracias a ese sistema de pensamiento que nos construye individualistas junto a nuestros modos de vida aislados, no establecemos vínculos sociales como la familia, la vecindad, la clase social, la especie. Pero el reto histórico medioambiental y de cambio de sistema necesita de una acción global por parte de un sujeto así mismo global que se reconozca en cualquier persona independientemente de su origen, cultura, género, edad, origen, gustos o tendencia política.

Esta construcción neoliberal individualista y moralista se sostiene con cierta salud social en tiempos de bonanza. Pero en tiempos de crisis, cuando más necesarios son los vínculos sociales, es una gran enfermedad social.

El individualismo de izquierdas resulta más peligroso por dos motivos. Uno, porque impide la asociación de clase ante el enemigo común. Otra, porque el neofascismo, la respuesta del sistema al tiempo de crisis, y que demuestra que contemporiza mejor que la izquierda, se alimenta de incidir en esas desigualdades artificiales que atomizan la energía del único agente que puede enfrentar el sistema.

Conciencia Global hace Aldea Global

El enemigo es transnacional, es financiero y es tóxico. Por tanto la lucha es internacional, de clase y ecológica. Y para ello debemos construir una conciencia de pertenencia global y suprimir de nuestras mentes las fronteras. Sin embargo, para esa deconstrucción hay un asunto primordial. Y es creer que hay una esperanza. Que es posible la creación de ese sujeto global. Pero, ¿esto es así? Si. De hecho, el sujeto global que lucha por el bien común ya se ha manifestado, lo que ocurre que nadie le dio mucho bombo en los medios.

Por ejemplo, en mayo de 2001, 91 países, incluso EEUU, ratificaron el acuerdo de prohibición de los Contaminantes Orgánicos Persistentes, los COP. Estas sustancias son extremadamente tóxicas y persistentes. Este acuerdo nació en 1992 en la Cumbre de Río, una de las primeras reuniones globales sobre medio ambiente, es uno de los grandes logros humanos de principios del siglo XXI, atiende al bien común, es claro y rotundo: Se prohíbe la producción de los COP y se exige su destrucción. Hoy en día ya 151 países lo han ratificado. Sin embargo es necesario apuntar que en los lixiviados y la combustión de los materiales del vertedero de Zaldibar están presentes muchos de estos contaminantes. Al tratarse de unos compuestos prohibidos por una convención de la ONU, esa actividad de vertido descontrolado debiera ser castigada por ello también. Es necesario hacer valer la norma que protege el bien común.

También podemos recoger el ejemplo de los CFC (clorofluocarbonos). Las mediciones de la atmósfera mostraron en los años setenta que estaba teniendo lugar una disminución de las concentraciones de ozono que protege la vida de las radiaciones ultravioletas, muy peligrosas porque perturban los procesos metabólicos. Tras muchos estudios se descubrió que los CFCV eran los causantes de esa disminución, y además a gran velocidad. Ante el peligro, en Montreal, 1987, los países del mundo prohibieron, con rapidez y eficacia, su producción. Y gracias a esa iniciativa se evitaron graves daños en el medio vegetal y animal, millones de cegueras, de cáncer de piel.… Actualmente el agujero sigue disminuyendo. Y hay gente que propone considerar el 16 de septiembre el primer día de una celebración verdaderamente global. Yo también estoy de acuerdo. Una fiesta global, no de religiones ni culturas, sino que celebre el respeto a la Tierra y el cuidado de todos sus seres.

Personas, Foros Locales, Foros Globlales para un nuevo mundo.

También han habido importantes acuerdos con otros temas auspiciados por la ONU. Este organismo no es en absoluto la panacea, pero en los tiempos del nuevo Orden Mundial financiero, un organismo global que da cobertura a las soberanías nacionales, y que a pesar del veto de los más poderosos y las presiones clientelares, se ocupe de temas como el medioambiente, la salud, las mujeres, el desarme mundial (con especial hincapié en las nucleares, las químicas, las minas….) desde una perspectiva global, es algo que deberíamos hacer más consciente en nuestras vidas y visiones de la política. La ONU tiene, como el resto de nuestro universo humano actual, una visión burguesa de la realidad y todos sus defectos. Pero es un foro que debe ser protegido y promovido. Porque puede que llegado el caso, sea el único agente legítimo global. La conciencia de la Aldea Global. La expresión política de una nueva mente humana que reconozca su capacidad para crear fronteras, y se ocupe, gracias a la evolución cultural, en superarlas dentro de cualquier modelo cultural.  

Desde la ONU puede sancionarse un nuevo modelo de equilibrio global con normas que atiendan los bienes comunes, el aire, el agua, la tierra, el resto de recursos, aceptadas por todas las grandes zonas geoestratégicas, como la CE, que a su vez también debiera trabajar sobre la construcción de ese sujeto global, es este caso un sujeto europeo más allá de los intereses económicos o estructuras imperialistas, que hiciera consciente los valores propios europeos y los hiciera valer, como un aporte más, en el foro de toda la Humanidad con el resto de valores de otros territorios.

 Desde la ONU debían establecerse sanciones y controles supranacionales del estado de esos bienes comunes, y que las personas nos sintiéramos representadas, fuera cual fuera nuestro origen. En ella debían establecerse los mecanismos para la resolución de los conflictos. Y sus foros serían el mejor referente global de cómo entre diferentes se puede llegar a acuerdos.

Pero la construcción de esta conciencia global solo será posible si parte de cuantas más personas mejor, y desde las comunidades locales, hasta los estados. Y para ello, el proceso debe repetirse. Es decir, deben establecerse foros sancionados por la comunidad que representen, con normas consensuadas que atiendan al bien común, con derechos, supervisión y mecanismos de resolución de los conflictos, y con una vocación radical de buscar el encuentro con lo diferente. Y todos, con un objetivo consciente, preservar la Vida.

Hay una esperanza. Nosotr@s. Hoy, el mayor recurso energético que existe es el trabajo humano. Tod@s queremos seguridad y oportunidades de bienestar. Solo nos falta conciencia. Unión. Responsabilidad. Y mecanismos sociales para asegurar la estabilidad de nuestro territorio común. La Tierra.

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